Hay aves a las que no les gusta ni el mar ni la tierra, sino ese punto en el que los dos se encuentran y mezclan, que va de las olas a donde la arena cede ante la tierra, la roca y la vegetación que no depende del mar para vivir. Se trata de las llamadas “aves playeras” y cada 6 de septiembre celebran su día.
En el mundo hay unas 235 especies de aves playeras y una cuarta parte de ellas pasan algún tiempo del año en las costas mexicanas. Se trata de aves con una fisionomía bien particular y adaptada para la arena y las aguas: tienen el pico largo para poder buscar en el lodo, la arena y el agua. y sus patas son largas para poder caminar en donde la tierra es blanda o está inundada y por eso mismo sus dedos son largos, para ganar en equilibrio.
En México hay veinte sitios integrados en la red hemisférica de reservas de aves playeras y en algunos de ellos anidan más de medio millón de ejemplares de una sola especie, o son sitios en los que recala por lo menos 30 por ciento de la población total de una especie. Algunas de esas poblaciones suelen anidar en Groenlandia, por ejemplo, o en Siberia.
Las aves que llegan a nuestro país tienen una importancia fundamental, porque controlan las poblaciones de insectos, crustáceos y peces de bajura, manteniendo con ello el equilibrio ambiental. Ayudan además a la circulación de nutrientes y se han integrado también con los ciclos de vida de otras especies con las que se encuentran en sus larguísimas migraciones.
Para conservarlas es fundamental conservar nuestros humedales ahí donde los haya. Desde hace tres décadas en el Centro Mexicano de Derecho Ambiental trabajamos para ello, desde Baja California, donde defendemos las marismas frente a los ataques de gaseras, desarrolladores turísticos y el urbanismo desenfrenado, hasta Veracruz.