¡Sin bolsa, con la biodiversidad!

Hoy es el Día internacional sin bolsas de plástico, la fecha para refrendar nuestro compromiso con el planeta y contra la contaminación y la basura. En México se ha avanzado para acabar con estos materiales, pero falta mucho por hacer, en lo personal —dejando de usarlas—, pero también en lo político y en lo jurídico, impulsando medidas desde los gobiernos para favorecer otras formas de consumo y convivencia.

Las bolsas de plástico generan problemas desde su origen hasta su desecho. La materia prima con la que se producen se obtiene del petróleo, con todos los enormes problemas que conlleva la extracción de hidrocarburos, su transporte, su transformación. Luego, para procesar esa materia prima se usan químicos muy difíciles de manejar y de limpiar del entorno. Cuando se les ha desechado, tardarán décadas, si no es más de un siglo, en degradarse. En ese lapso, habrá soltado químicos en el agua, se habrá convertido en microplásticos, habrá entrado al organismo de animales de todo tipo y tamaño, haciéndoles daño.

Una bolsa de plástico se utiliza por apenas unos minutos; tiene, si acaso, un par de usos. Más aún, para conseguir los beneficios que deja en ese poquísimo tiempo hay muchísimas alternativas que no destruyen el planeta y que, al contrario, pueden contribuir a restaurarlo. Producir mimbre, por ejemplo, o fibras para bolsas de tela, puede hacerse recuperando terrenos degradados y generando empleos locales que de otra forma no tendríamos.

En México se ha avanzado mucho en la materia. En Tijuana, por ejemplo, o en la Ciudad de México están prohibidas las bolsas de plástico en establecimientos comerciales, salvo en excepciones muy puntuales. Otros estados, como Oaxaca, han impulsado también iniciativas similares contra los plásticos de un solo uso, pero con éxito desigual.

Hoy —como todo el año— es día de rechazar las bolsas de plástico, pero también de presionar a nuestros legisladores y gobiernos para que den pasos más agresivos en la materia. Es también tiempo de presionar a las grandes empresas —que suelen ser las que más contaminan— para que hagan su parte y aceleren su transición hacia una economía sin plásticos.