Ser cardenista hoy es dejar el petróleo bajo tierra

 

Dos días después de firmar el decreto por el que México expropiaba el petróleo de las grandes empresas multinacionales, el presidente Lázaro Cárdenas, su familia y sus colaboradores subieron al Nevado de Toluca a pasear en el bosque y bañarse en las aguas heladas de las lagunas que se forman en su cráter. Para Cárdenas un gesto y otro eran parte del mismo esfuerzo: si con la nacionalización del petróleo hacía valer la soberanía nacional, con sus políticas de conservación y su íntima relación con los bosques del país daba sentido y fuerza a esa soberanía.

Hoy que se cumplen 86 años de la expropiación petrolera hay que recordar que el cardenismo iba mucho más allá del petróleo y que en el centro de su acción y de su lógica política no estaba esa sustancia negra que hoy tanto daño hace, sino el afán de fortalecer al país y dotarlo de un patrimonio económico y político, pero también y sobre todo natural y cultural. En ese sentido, tan importante como la expulsión de las petroleras internacionales fueron sus decretos de áreas naturales protegidas.

En un país en el que apenas había esfuerzos de conservación, y los que había eran terriblemente excluyentes y conservadores, la Revolución fue fundamental por su visión ambiental. Desde el artículo 27 constitucional, por ejemplo, se dio al Estado el mandato de trabajar “para asegurar la conservación” de los recursos naturales, y en ese mismo espíritu los cardenistas —los primeros en cumplir con el mandato agrarista del Constituyente de 1917— trabajaron con ahínco para garantizar la buena salud de bosques y selvas de México.

En línea con ello, el gobierno de Lázaro Cárdenas decretó más de cuarenta áreas naturales protegidas y emprendió un trabajo muy hondo de reforma agraria no para el desmonte, sino para el aprovechamiento sustentable de la madera y para la conservación de esos ecosistemas. Se trataba de dos políticas que garantizarían la justicia social, claro, pero también que dejarían al país un patrimonio cultural común anclado en la naturaleza.

El cardenismo no buscó la madera por la madera, ni quiso hacerse del petróleo por el petróleo. Más bien, quiso que ambos recursos fueran una palanca para el desarrollo nacional. Hoy México debe actuar en ese mismo espíritu, de construcción de un país más justo, mejor preparado para enfrentar los retos que vienen, con mayores herramientas para adaptarse a nuevas realidades y para aprovecharlas.

Ser cardenista significa, hoy por hoy, defender la naturaleza, impulsar la transición energética y hacer que el disfrute de los recursos naturales sirva para que todos vivamos mejor. El petróleo cumplió ya su tiempo y su papel: debe quedarse bajo tierra y sobre de él hay que construir un país diverso, justo y sustentable.