
Como cada equinoccio de primavera, este 21 de marzo se celebra el Día mundial de la poesía y queremos aprovecharlo para destacar tres poemas dedicados a los defensores del planeta y a la denuncia de quienes lo depredan. La poesía, después de todo, ha sido la forma en que los seres humanos expresamos dolores, esperanzas, angustias y alegrías sobre todo lo que nos rodea, y la protección de la naturaleza y la maravilla ante ella siempre nos han acompañado.
Rosario Castellanos, por ejemplo, fue maestra en poner en plata la relación entre la gente y la naturaleza, no sólo en lo místico, sino sobre todo en lo cotidiano. El primer poema que queremos rescatar es justamente uno sobre cómo las rutinas van marcadas por el planeta, que las sustenta y envuelve:
Amanece en las jícaras
y el aire que las toca se esparce como ebrio.
Tendrías que cantar para decir el nombre
de estas frutas, mejores que tus pechos.
Con reposo de hamaca
tu cintura camina
y llevas a sentarse entre las otras
una ignorante dignidad de isla.
Me quedaré a tu lado,
amiga,
hablando con la tierra
todo el día.
Otro poema que queremos rescatar es del poeta español Rafael Alberti, que escribió mucho sobre las luchas sociales del planeta. De la defensora de la Amazonía brasileña y también poeta Marcia Teóphilo dijo que ella vivía “quemada de la sequía, / viento de selvas y mares, / dolor de la Amazonía”. Aunque los versos de Teóphilo son hoy casi imposibles de encontrar en México y en internet, el homenaje de Alberti es duro y bello, así que aquí lo ponemos:
Los indios exterminados
en las tierras invadidas
de los bosques saqueados.
Con cuántos muertos a cuestas,
cuántas torturas y sangre
de las taladas florestas.
Paraíso terrenal
en donde nadie moría,
donde el indio era inmortal.
Cerramos con unos versos de José Emilio Pacheco, mexicano con una muy brillante producción de poemas sobre la naturaleza y contra su destrucción. Él denunciaba el peso que han dado muchos países a la ganadería por encima de la belleza y los ecosistemas naturales con estos versos:
Matamos al centauro y al unicornio.
Sepultamos al fénix en sus cenizas.
Conservamos la vaca, el perro, el conejo:
Tiene indudable riesgo el inconformismo.