La Conferencia de las Partes sobre cambio climático número 29, que se celebró en Azerbaiyán, un país petrolero, se acerca a su cierre sin apenas avances ni logros. No es la primera vez que el mundo sale frustrado de una de estas cumbres, pues la anterior, que tuvo lugar en Qatar —otro Estado petrolero— tampoco arrojó resultados. Como ha dicho un grupo internacional de expertos de alto nivel que incluye a personalidades como quien fuera jefa climática de Naciones Unidas, Christiana Figueres; el exsecretario de la ONU, Ban Ki-Moon, y el científico climático Johan Rockström, ya ha quedado claro que estas cumbres no sirven para lo que deberían. Es hora de cambios de fondo y trabajar en serio, y México puede ser un actor clave para impulsar esta nueva etapa.
La propuesta de Ban Ki-Moon, Figueres, Rockström y otros es clara. En primer lugar, se deben establecer medidas claras para que los países que no apoyan una transición energética hacia las renovables no puedan ser anfitriones de estas cumbres. Si no se toman medidas en ese sentido ocurrirá lo mismo que en las últimas dos COP climáticas, en las que los presidentes de las cumbres —encargados de impulsar y guiar las negociaciones— aprovecharon la ocasión para hacer negocios multimillonarios con combustibles fósiles.
En segundo lugar, las propias reuniones deben dejar de ser estos enormes eventos centrados en negociaciones interminables para convertirse en encuentros más pequeños, centrados en reportar los avances, repartir claramente las responsabilidades que tocan a cada quien y canalizar finanzas y tecnología para lograr acciones efectivas y prontas. Este trabajo, sostiene el grupo, no debe discutir sobre qué se reporta y cuándo, sino presentar resultados comparables con los reportes de brecha de emisiones de la ONU.
En tercer lugar, el proceso de balance global en la materia (el global stocktake) debe ser un proceso con revisión por pares, participación de científicos y seguimiento de acciones y compromisos. Solamente así se podrá realmente saber quién está actuando y quién no. Se debe, además, asegurar mecanismos para dejar claro qué es finanza climática y lograr que ésta no suponga una carga financiera añadida para los países del Sur global. Por otra parte, el grupo pide amplificar la voz de la ciencia; asegurar que se reconocen las interdependencias entre pobreza, desigualdad e inestabilidad planetaria nombrando un enviado sobre política y pobreza, y asegurar que las industrias fósiles no tienen ni más peso ni más voz que los representantes de pueblos indígenas, comunidades locales y países afectados.
La presidenta Claudia Sheinbaum está posicionada como pocos líderes para ayudar a impulsar este cambio y estos avances. Su conocimiento científico en la materia es difícil de igualar y se ha comprometido ya a impulsar la transición energética. Ahora que México ha vuelto a la arena internacional, nuestro país debe convertirse en un actor clave en impulsar una nueva era de acciones climáticas.
México ya fue un modelo a seguir y un agente de cambio en favor de los refugiados, en la lucha contra las armas nucleares, en el impulso del multilateralismo para conseguir una paz justa y duradera en el mundo. Es momento de retomar ese papel y ser un protagonista en la lucha climática.
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