Mil plumajes distintos

 

Por los cielos de México vuelan más de mil especies distintas de aves, y hoy que se celebra su Día internacional es tiempo de celebrarlas y de redoblar los esfuerzos para protegerlas. Cuidarlas es fundamental no solamente por su belleza o los servicios que nos prestan, sino porque son uno de los pilares del equilibrio de todos los ecosistemas.

México es particularmente rico en diversidad de aves por ser un país relativamente grande, atravesado en el centro por la frontera entre dos de las ocho grandes ecozonas en que se divide el mundo —la Neártica y la Neotropical—, y también por la gran cantidad de islas que salpican sus mares, donde hay muchas especies endémicas. Es el caso, por ejemplo, de Cozumel, donde hay entre quince y veinte especies emplumadas que sólo se encuentran ahí, como el hocofaisán o el cuitlacoche de Cozumel, o del archipiélago de Revillagigedo, donde viven la pardela de Revillagigedo y el cenzontle de Socorro.

Al país también llegan especies de otras latitudes, que migran enormes distancias. Muchas de ellas también están en peligro de extinción, como el albatros de cola corta, que habita toda la porción norte del océano Pacífico, pero que está en condición “vulnerable” en la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.

Según la organización Birdlife International, la principal amenaza que enfrentan las aves mexicanas es la deforestación, pero no es ni de lejos la única. También las amenazan la presencia de especies invasoras, como los gatos en las islas; el cambio climático y los fenómenos atmosféricos extremos; el desarrollo inmobiliario, y la contaminación, entre otros factores.

Un mundo sin aves —una “primavera silenciosa”, como la que temía la bióloga Rachel Carson— no sólo sería opaco y triste, sino inhabitable. Proteger a las aves es por eso salvarnos todas.