
Hoy es el Día mundial de la eficiencia energética, una fecha para recordar que no basta con generar más energías limpias: necesitamos, además de eso, usar menos electricidad y menos combustibles de todo tipo.
Será muy difícil alcanzar los objetivos climáticos y minimizar nuestro impacto sobre el planeta si no utilizamos menos luz, y para eso es clave que nuestros aparatos sean más eficientes. Lograrlo requiere de una regulación contundente y una inversión importante para sancionar los desperdicios y potenciar la innovación y la adopción de nuevas tecnologías y nuevas —o viejas— formas de hacer las cosas.
Desde que empezó a utilizarse la electricidad se ha visto que los desperdicios eran la norma. El mejor ejemplo son los focos: mientras que los focos incandescentes que se pueden comprar en una tienda duran apenas unas semanas, los primeros focos hechos a mano —como el que brilla en una estación de bomberos de California— llevan más de un siglo encendidos. Sin una regulación que combata la obsolescencia programada y obligue a las compañías a que su oferta sea más eficiente en energía seguiremos consumiendo más y más energía siempre.
Estas regulaciones, además, pueden conseguirse a múltiples escalas. La normatividad de la Unión Europea justamente contra la obsolescencia programada obligó a Apple a dejar de cambiar las terminales de sus conectores, lo que tuvo un impacto mundial, y cuando un país se pone a la vanguardia y rompe las primeras barreras es muy factible que los demás sigan.
Por todo esto es clave que el Estado mexicano celebre este día por lo menos empezando a revisar las normas en la materia con miras a que los productos que se consumen en México y que requieren energía hayan incorporado medidas para minimizar su consumo. De otra forma, aunque las fuentes de energía sean cada vez más limpias el puro volumen de lo producido y lo consumido superará siempre esas ganancias, manteniéndonos en el camino para la destrucción del planeta.