Las guerras destruyen vidas, comunidades y pueblos enteros. Destruyen también entornos naturales, paisajes, cuencas. Llevan a la extinción de especies, a la desaparición de selvas, a la muerte de ríos y lagos, y con ello hacen tanto más difícil recuperar una vida digna para quienes regresan e hipotecan el futuro de toda la humanidad. Por eso la Asamblea General de Naciones Unidas estableció hace dos décadas el Día para la Prevención de la Explotación del Medio Ambiente en la Guerra y los Conflictos Armados, que se conmemora cada 6 de noviembre.
Las guerras y la degradación ambiental se retroalimentan las unas a las otras. La erosión de los residuos naturales es una de las raíces de los conflictos armados, según ha explicado el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), y estos, a su vez, llevan a una terrible degradación ambiental.
La Gran Guerra de África de principios de este siglo, por ejemplo, causó seis millones de muertes y llevó a que se perdiera una superficie de selvas del tamaño de Bélgica en tan sólo un par de años, y eso descartando los procesos de deforestación que se cree que habrían ocurrido si no hubiera habido ese enfrentamiento. En tiempos más recientes la guerra en Ucrania ha llevado a la contaminación de agua y suelos como no se había visto en esa región desde hace varias décadas, a la destrucción de infraestructura ambiental y a tasas de deforestación que se han disparado.
Inclusive las situaciones que no son conflictos entre partes definidas, pero en las que priman las armas y los enfrentamientos armados, tienen consecuencias devastadoras. En el caso de la guerra del crimen organizado que se vive en México, por ejemplo, los impactos ambientales son también muy fuertes. La degradación de los bosques templados del centro del país, por ejemplo, para obtener madera ilegal; la deforestación en los bosques de Michoacán para sembrar aguacate o de Guerrero para sembrar amapola y otros productos; el contrabando de basura y el hurto de petróleo, son todas actividades que dañan terriblemente al medio ambiente.
Desde la pérdida irreparable de vidas humanas hasta la contaminación y deterioro de los ecosistemas, los impactos de los conflictos armados tienen efectos que perduran mucho después de su conclusión. Por ello, es urgente reconocer que no habrá paz sostenible sin un medio ambiente sano. En este día debemos reafirmar nuestro compromiso con la protección de la naturaleza como la base para la paz y la justicia.