La lucha por el planeta es feminista o fracasará

 

La lucha por el planeta y la lucha feminista son inseparables. Si no salvamos el planeta, si no cambiamos nuestra relación con la naturaleza para dejar de destruirla, las primeras en la sociedad que lo resentirán serán las mujeres y las niñas, que son las que cargan la mayor parte de cuidados, de responsabilidades sobre el agua y sobre la alimentación. Al mismo tiempo, si la lucha ambientalista no toma una perspectiva de género no hará más que reproducir un mundo opresivo y fracasará necesariamente, porque sin los saberes de las mujeres, sin sus luchas y sin sus capacidades no puede llegar muy lejos.

Las primeras en sufrir la escasez de agua son las mujeres, porque es a ellas a quienes se les ha asignado tradicionalmente la procuración de ese líquido. Por eso, también, son ellas las primeras beneficiarias de los avances en justicia hídrica. Sin ir muy lejos, estudios del gobierno de la Ciudad de México han mostrado que en las familias donde cuentan con agua corriente o con un sistema de captación de lluvia que alivie la tarea de ir a buscar agua, tienen hasta dos horas de tiempo libre con el que antes no contaban.

Cuando se pierden los bosques o se degrada la biodiversidad marina las mujeres son las primeras en registrarlo. Sea recolectando hongos para cocinar, leña para los fogones o hierbas para curar, son ellas las que recorren el suelo forestal, las que más entienden del estado de la biodiversidad, las que más necesitan los productos no maderables. Por eso es tan importante apoyar iniciativas como las de las hongueras tlahuicas del Estado de México o de las productoras de miel en Chiapas: porque ellas tienen la clave para devolver la vitalidad a esos ecosistemas.

Su labor de defensoras no viene solamente de roles tradicionales. Cuando las comunidades rurales han estado bajo asedio, cuando los barrios en las ciudades se han contaminado más allá de lo tolerable, cuando en las costas la basura lo llena todo, las mujeres han estado siempre en primera línea. Por desgracia, eso ha implicado que también han estado muy prominentemente en los listados de víctimas de la represión policiaca, militar, del crimen organizado.

No sólo han sido defensoras, además: cuando han fallado los hombres —y sobre todo los hombres mayores— son ellas quienes han salido al frente para rescatar la biodiversidad, la vida comunitaria, las empresas colectivas. Desde las almejeras de Altata, Sinaloa, hasta las pescadoras de langosta de Yucatán, hoy son legión las mujeres que empujan una nueva forma de convivir con la naturaleza y de aprovecharla sin dañarla.

Este 8 de marzo por eso decimos bien alto que sin mujeres no hay lucha que valga, y que la lucha con y por las mujeres es una lucha por el planeta.