
Para entender la naturaleza, para quererla, lo primero es aprender a verla, y los maestros y las maestras lo hacen posible. Los docentes no tienen “la llave del saber”, como se suele decir, porque las llaves también sirven para echar el candado; más bien ellos y ellas son quienes abren puertas y ventanas para ver, vivir y aprender el mundo de nuevas formas. Enseñando las ciencias que revelan las redes que la naturaleza teje lo mismo que las artes que nos permiten expresarlas, son guías hacia un mundo mejor, en armonía con la naturaleza, y hoy en México celebramos su día.
El escritor argentino Federico Falco habló en su novela Los llanos de cómo, al aprender un poco de biología y de botánica, al empezar a reconocer y distinguir los árboles, “el mundo, literalmente, se fue ampliando” frente a sus ojos y los del protagonista de la novela, y el planeta fue ganando profundidad y riqueza. Él tuvo que aprenderlo a solas, pero muchos otros han tenido la suerte de que no sea así, y de tener un guía que acompañe en ese proceso. Esos son los grandes maestros.
Hoy festejamos a quienes nos enseñan a convivir entre nosotros y que tienen la clave para que nosotros sepamos convivir con las demás criaturas del mundo sin destruirlas. Hoy aplaudimos a los maestros y las maestras que nos empujan a entender el planeta y, con ello, despejan el camino para conservarlo, restaurarlo y amarlo.