
Cada 23 de febrero lo marca el Día del Compromiso Internacional del Control del Mercurio, con el que se busca generar consciencia sobre los daños de este metal y dar impulso a las medidas para que lo dejemos bajo tierra y lo saquemos de aire, aguas y suelos, donde hace muchísimo daño. La conmemoración ocurre en febrero porque en ese mes de 1956 se descubrieron las causas de la enfermedad de Minamata, una enfermedad neurológica intratable detectada en Japón que, como se sabe ahora, es causada por el contacto constante con el mercurio.
El mercurio se usa para muchísimas cosas, desde la fabricación de termómetros —su dilatación o contracción según la temperatura es muy constante y medible, lo que permitía determinar el calor con gran exactitud—, hasta como un catalizador en la fabricación de químicos, por su reacción con otras sustancias. Para esto último lo utilizaba la empresa Chisso, que tenía una fábrica a orillas del mar cerca de Minamata, Japón. En ella usaba sulfato y cloruro de mercurio para, tras una reacción química, producir acetaldehído y cloruro de vinilo. El mercurio que sobraba simplemente lo echaba al mar, y echó tanto que las concentraciones en los suelos de alrededor han sido minados después para obtener el metal, y esa operación ha sido rentable.
Todo lo que se movía alrededor de la fábrica empezó a presentar síntomas similares después de la instalación de Chisso en el lugar, a principios del siglo XX. Lo mismo los peces, que las aves, los gatos y las personas presentaban fallas en los sentidos, una parálisis muscular especialmente dolorosa y problemas psiquiátricos.
La prevalencia de la enfermedad, sin embargo, no bastó para que se la atendiera y se combatieran sus causas. Los afectados tuvieron que esperar todavía más de diez años de luchas y engaños para conseguir una indemnización —que todavía tardó años en ser pagada—. Para entonces la fábrica de Chisso ya no usaba mercurio.
Para luchar por que no se repitan casos así, se ha marcado internacionalmente este día como una conmemoración y fecha de lucha contra la contaminación química, y en 2013 se firmó el Convenio de Minamata para regular y eventualmente eliminar la contaminación industrial con metales. México ratificó el convenio en 2015, pero su implementación todavía queda pendiente.