Día mundial de la educación ambiental

 

La maravilla no nace de la nada, sino de saber ver el mundo, y eso no nos viene dado, sino que se aprende. Solamente conociendo nuestro entorno, entendiendo su diversidad, apreciando sus matices, podemos disfrutarlo plenamente y, por tanto, solamente así se hará común a todos el afán de defender el planeta. Por eso es tan importante la educación ambiental, y por eso hoy se celebra su Día Mundial.

En cierta medida, la educación ambiental no es nada nuevo ni ajeno a las escuelas. Cuando las niñas y los niños aprenden de biología y de cómo las especies se relacionan entre sí, cuando se les enseña la historia del ser humano y de cómo pobló el planeta, cuando leen o escuchan en los colegios sobre la realidad que padecen y que transformarán están también aprendiendo de medio ambiente. La clave está en hacer esos conocimientos explícitos y en darles la relevancia que tienen.

Los educadores y educadoras ambientales son en eso costureras de saberes, que los engarzan y los amoldan a las realidades de cada uno, construyendo sobre lo aprendido por todos sobre la biodiversidad y sobre el mundo para que sirva como herramienta para descifrar lo que le pasa al planeta y cómo podemos remediarlo. Ellos y ellas hacen también remiendos en los conocimientos, zurciendo donde había ignorancia y reparándolos para desterrar esos mitos que tanto prevalecen y que tanto daño hacen, como el negacionismo climático o el desdén por las crisis que padecemos.

Así, donde la red que tejen ecosistemas, especies de todo tipo, ríos y glaciares que fluyen y corrientes de aire que transportan la biodiversidad cobija el planeta, el tejido que construye la educación ambiental ayuda a mantenerla con buena salud, haciendo que todos la conozcamos y que todos querramos y sepamos defenderla.