Día internacional de los pueblos indígenas

Uno de cada cinco mexicanos son indígenas, según el Censo de Población y Vivienda de 2020. Se trata de 23 millones de personas que se identifican como tales y de las que la tercera parte habla una lengua indígena. De entre ellas, más de un 28 por ciento ha sido víctima de discriminación, según la encuesta sobre el tema que realizó el Instituto Nacional de Estadística y Geografía. Las comunidades indígenas son, además, quienes más caro pagan la defensa del medio ambiente y del territorio.

El Informe sobre la situación de las personas y comunidades defensoras de los derechos humanos ambientales en México que publicamos cada año muestra cómo el grueso de las víctimas de agresiones son parte de una comunidad indígena. Tan sólo en 2023 se registraron 71 agresiones contra integrantes de los pueblos originarios de México, lo que representa en torno al 60 por ciento del total de agresiones registradas ese año.

En 2023 los pueblos indígenas que más agresiones recibieron fueron los nahuas, que fueron atacados en veinte ocasiones, gran parte de ellas en el marco de proyectos mineros y forestales. En número de agresiones les siguen los pueblos mayas de la península de Yucatán, que fueron agredidos siete veces, en muchos casos por conflictos relacionados con el megaproyecto del Tren Maya. Los pueblos tzeltal y odami fueron agredidos en cinco ocasiones, y el pueblo mixe en cuatro ocasiones.

Los pueblos indígenas de México han tenido que resistir los procesos de mestización y eliminación de sus culturas emprendidos por todos los medios posibles, muchas veces violentos, pero no siempre. Si durante el porfiriato los pueblos yaqui y maya fueron esclavizados para diezmarlos y usarlos en las plantaciones de henequén de Yucatán, después de que a lo largo de todo el siglo XIX se registraron distintas guerras contra ellos —la población de la nación comca’ac del Alto Golfo de California, por ejemplo, llegó a ser de apenas algunos centenares—, durante todo el siglo XX sufrieron el acoso de caciques, políticos y militares, que redundó muchas veces en masacres y muertes.

No todas las agresiones y esfuerzos por exterminarlos, sin embargo, fueron tan claras y violentas. La discriminación en contra de los hablantes de lenguas indígenas y el afán de borrarlas a punta de libros de texto y de silencios impuestos, los despojos sistemáticos y la negación de sus usos y costumbres, la imposición de un imaginario mestizo que los condenaba como cosa del pasado fueron también herramientas usadas en su contra.

Hoy al fin se reconocen, al menos de palabra, sus derechos, tanto en la Constitución como en leyes estatales y locales y en el ámbito internacional. Hacer realidad esos mandatos de ley, sin embargo, tomará aún mucho trabajo.