
En pocas palabras, los pesticidas son venenos producidos en su gran mayoría por cuatro gigantescas compañías del Norte global, que se usan sobre todo en el Sur global y que dañan lo mismo a la biodiversidad que a las personas. Este 3 de diciembre se celebra el Día mundial del no uso de los pesticidas y, como todo el año, es de reflexionar y de actuar en defensa del planeta y de otra agricultura, que no nos enferme sino que regenere la tierra.
La economía de la agricultura industrial, tan apoyada en los pesticidas, es dañina por todas partes. Se trata de la máxima simplificación de los ecosistemas, pues convierte lo que eran campos —y muchas veces selvas y bosques— muy diversos en páramos con apenas una o dos especies de plantas. Para asegurarse de que ninguna otra especie pelee los nutrientes del suelo o altere los planes agrícolas se rocían esos enormes monocultivos con toneladas de venenos para matar a toda criatura animal o vegetal a la que se le ocurra acercarse.
Según un informe de la Fundación Boell publicado en 2024, apenas cuatro corporaciones —Syngenta, Bayer, Corteva y Basf— controlan el 70 por ciento del mercado global de pesticidas. Como muchas de esas sustancias son tan tóxicas que se las ha prohibido en el Norte global, esos conglomerados apuntan cada vez más hacia el Sur, donde la regulación y, sobre todo, la capacidad de verificación, es mucho más débil y se pueden salir con la suya. Así, mientras que en Europa y en América del Norte su uso está estancado o cediendo poco a poco, en lo que va del siglo XXI en México y América Central los pesticidas utilizados aumentaron en 36 por ciento.
En México ha habido avances recientes contra estos venenos. El gobierno federal actualizó por fin, en septiembre de 2025, la lista con los pesticidas prohibidos, que no se había actualizado desde 1991. Aunque se trata de una acción importante, ésta ataca el síntoma, y no la causa.
El problema de fondo con los pesticidas está en la forma en la que funciona actualmente la economía de la producción agropecuaria. Se ha puesto el énfasis en paquetes tecnológicos, en la consolidación de grandes escalas a través de la renta de terrenos o de la agricultura por contrato, entre otras argucias para ganar escala y en el crecimiento constante como objetivo. Así las cosas, aún cuando se prohíba hoy una sustancia, mañana habrá otra distinta, igual de dañina.
Para tener un futuro sustentable, para dejar de envenenar nuestras aguas, para restaurar el planeta y su biodiversidad, debemos trabajar de fondo para transformar la economía toda. Produciendo lo que necesitamos, trabajando por la soberanía alimentaria, llegaremos más lejos.