¡A celebrar y a cuidar los mares!

 

Todos vivimos del mar, aunque vivamos en medio del altiplano o rodeados de montañas. Los mares y las criaturas que los habitan absorben el 30 por ciento del carbono de la atmósfera, mitigando así el calentamiento global. La economía marina equivale a tres trillones de dólares anuales. El veinte por ciento de la proteína que consumimos viene de los mares. Sin embargo, seguimos descuidándolos y, peor aún, los degradamos.

En México los procesos de degradación vienen de tres procesos distintos. En primer lugar, la pesca está mal regulada, con especies que enfrentan una normatividad muy onerosa y otras que apenas están contempladas en los documentos oficiales, a pesar de las presiones que ya se ejercen sobre sus poblaciones. Además, el impacto de las actividades pesqueras puede llegar a afectar a otras especies, como la tortuga caguama, la vaquita marina, los tiburones, por ejemplo.

En segundo lugar, en torno al 10 por ciento de la población mexicana vive en las costas. Puesto que la regulación sobre el crecimiento de las ciudades en nuestro país es muy pobre y la gestión de residuos está muy descuidada, entonces esos pueblos y núcleos urbanos se convierten en una persistente fuente de contaminación.

En tercer lugar, el gas fósil y el transporte marítimo son una fuente constante de problemas. Sea por el ruido del tráfico marino, sea por el impacto de la construcción de terminales de licuefacción, gaseras y distribuidoras en los litorales, barcos e hidrocarburos dañan persistentemente el mar.

Por suerte para todos, gran parte de las comunidades pesqueras y de la sociedad civil han puesto manos a la obra para defender nuestros océanos. De Cancún a La Paz hay iniciativas ciudadanas para mejorar la gestión urbana y construir una nueva relación de sus habitantes con el mar. En el CEMDA nos hemos encontrado un sinfín de aliados para combatir gasoductos, oleoductos y terminales gaseras. El trabajo de las cooperativas de pescadores y de las comunidades que viven del mar es impresionante y avanza a pasos agigantados hacia un uso más racional de los recursos.

Falta mucho, pero esta ola no se para.