
En este mes, y sobre todo este 15 de septiembre, todo México se viste de banderas tricolores y por todas partes abundan los escudos nacionales, con el águila real (Aquila chrysaetos) devorando una serpiente de cascabel (del género Crotalus). Poca gente, sin embargo, pone la suficiente atención a los elementos vegetales del símbolo que representa a México en todo el mundo, pero que son muy importantes tanto culturalmente, como para la buena salud de los ecosistemas del país.
El águila está parada sobre un nopal, del que México es centro de diversidad mundial. La presencia y la producción de las distintas especies y variedades de esta planta, del género Opuntia se da en un eje diagonal que va de la zona de Tehuacán y Cuixcatlán, en la frontera entre Puebla y Oaxaca, hasta el centro de Durango, pasando por Zacatecas, San Luis Potosí, Guanajuato, Querétaro, Hidalgo y la Ciudad de México. Estos no son, claro, los únicos estados mexicanos donde tiene presencia —Baja California, por ejemplo, es también muy rica en variedades—, pero en ese eje se concentra su cultivo.
Se trata, además, de una especie muy generosa, pues de ella sirven hasta las plagas. Las pencas son un alimento muy preciado en todo el país, y la baba que sueltan se ha usado desde hace cientos de años en la medicina tradicional. Sus frutos —tunas, xoconostles, garambullos, entre otros— se comen por miles de toneladas por su dulzura o su acidez, por ser tan jugosas, por ser tan ricas en sabor. Además, la cochinilla (Dactylopius coccus) se alimenta del nopal y produce un pigmento rojo, que, si se combina con ciertas sustancias alcalinas, también puede ser morada. Por su gama y su resistencia se lo ha utilizado desde antes de la llegada de los españoles para hacer tintes, y por ser comestible hoy todavía se utiliza para decorar comidas y bebidas.
El nuevo proyecto de listado de especies amenazadas o en peligro de extinción, que se presenta en la Norma Oficial Mexicana 059 de Semarnat, incluye media docena de especies del género Opuntia, que dependen no solamente de la protección de sus especímenes, sino de todo el entorno. Hay, por ejemplo, alguna que solamente vive en Cuatro Ciénegas, Coahuila, y necesita que cambiemos nuestra relación con el agua. Otra más, el nopal de dunas, solamente se da en una fracción del desierto de Chihuahua y requiere de que combatamos su tráfico, la proliferación de especies invasoras, y el cambio climático.
Así, proteger a la patria, honrar a la bandera y celebrar el país pasan también por defender a la biodiversidad y lo anima. ¡Sin nopales tampoco hay país!