
Hoy el mundo renueva su lucha contra la erosión de suelos y biodiversidad, porque hoy es el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía. Es el día de recordar que hay mucha vida bajo nuestros pies, que esa vida también debe protegerse y que de ella dependen todas las criaturas terrestres. ¡El futuro está en los suelos, y la clave es recuperarlos!
Aunque a simple vista los suelos parecen solamente materia inerte —ahora piedra, ahora tierra—, están muy vivos. En las ciudades mismas, cuando están sanos, los atraviesan lombrices que hacen circular nutrientes; arácnidos que los orean; crustáceos, como las cochinillas, que procesan la materia orgánica que cae sobre ellos y la incorporan a su sustancia. En los ecosistemas menos intervenido son todavía más variados.
Por ejemplo, hoy sabemos que en los bosques en mejor estado y con suelos más viejos hay redes de hongos que conectan a los árboles y estos intercambian nutrientes a través de ellos. También sabemos que hay un mundo animal que vive alejado del sol y de la luz y que vive bajo tierra, que permite que a todos en el ecosistema les lleguen el agua, el aire y lo que necesitan para mantenerse vivos.
A pesar de estos valiosísimos servicios, de toda la belleza que hay en su diversidad oculta, la agricultura industrial, la deforestación y las sequías acaban con ellos. Al sacar nutrientes sin devolverlos, al romper los ciclos ecológicos entre el arbolado y lo que hay a sus pies, al no haber agua que los moje, perdemos los suelos y convertimos los páramos y pastizales, bosques y selvas en desiertos que no sostienen la vida. En México, por ejemplo, dos terceras partes de nuestros suelos están erosionados, y su empobrecimiento se agrava año con año.
La buena noticia es que se los puede recuperar. Aunque toma tiempo, es posible devolverles su vitalidad y sus funciones, y con ello recuperar las posibilidades de la vida misma. ¡Salvar los suelos es salvarnos todos! ¡Proteger lo que hay bajo tierra es asegurar que todo lo que hay sobre ella pueda sobrevivir!