
El mundo no puede seguir consumiendo como hasta ahora, y una de las claves para lograrlo está en fortalecer nuestras prácticas y nuestras capacidades para reciclar y reutilizar lo que ya usamos y descartamos. En productos que ya no sirven para su función original hay muchos materiales que se pueden utilizar, y aprovecharlos tiene beneficios por todas partes: sociales, porque los trabajadores del sector de residuos están entre los peor tratados del país; ambientales, porque tendríamos menos basura y menos contaminación, y económicos, porque gastaríamos menos produciendo mejor.
El mundo recicla y reutiliza muy poco de lo que consume. El Reporte sobre la brecha de circularidad señala que en el planeta se reincorpora y da un segundo uso a apenas un 7 por ciento de lo consumido —la cifra ha bajado del 9 por ciento al que se había llegado hace unos años—. No hay datos recientes ni comparables, pero ese mismo reporte señala que se recicla en la región apenas el 1 por ciento de lo que se desecha, e inclusive una cifra más halagüeña, como la del Banco Mundial, que afirma que se recicla algo más del 4 por ciento de lo consumido, nos deja muy mal parados.
En el CEMDA preparamos un informe sobre la situación del sector de residuos en México y encontramos, además, que el daño que hace la mala gestión de los recursos tiene impactos por todas partes. La basura es una de las principales fuentes de metano en México, con lo que el país contribuye en forma absurda a la crisis climática. La falta de infraestructura adecuada en el sector hace que los lixiviados de los sitios de disposición final contaminen nuestros cuerpos de agua dulce. La prevalencia —en algunos casos total— de la informalidad condena a los trabajadores del sector a la pobreza y la precariedad.
El reciclaje es no sólo un beneficio de salir de esa situación, sino que puede ser la palanca para lograrlo. Si se impulsan políticas públicas y se las apoya con presupuestos suficientes en los tres órdenes de gobierno, podemos no solamente empezar a resolver el problema de la basura, sino también financiar mejores empleos y condiciones laborales para esos trabajadores, la remediación de sitios y aguas contaminadas y la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero.
En México hay muchas propuestas para lograrlo e inclusive varias iniciativas legislativas, pero quizá haya que empezar por algo más sencillo: apoyar a los trabajadores recolectores, asignar presupuesto para mejorar la infraestructura que ya está presente e impulsar acciones para reutilizar los desechos.