Los ríos nos necesitan, y nosotras los necesitamos a ellos. Si durante el siglo XX y lo que va del siglo XXI los hemos visto solamente como fuentes de energía o como mecanismos para librarnos de residuos, ahora tenemos la obligación de reconocerlos como fuentes de vida, como las entidades que vertebran ecosistemas de los estuarios en la costa a los manantiales en las montañas. Este Día internacional de acción por los ríos hay que celebrar los esfuerzos en marcha —la promesa de restaurar los ríos Atoyac, Lerma-Santiago y Tula, por ejemplo— y redoblarlos.
Los ríos no son solamente corrientes de agua que se llevan lo que echamos en ellos, o que mueven las turbinas que les imponemos para obtener energía. Los ríos están vivos, son los brazos que vertebran y articulan la biodiversidad desde la orilla del mar —donde muchos peces que vemos en agua dulce pasan gran parte de sus vidas— hasta el nacimiento del afluente. Cuando se los corta con una represa ese flujo de vida se rompe, pues las criaturas que lo animaban ya no pueden salir de la parte alta de la cuenca o no pueden llegar a ella. El colapso de la biodiversidad, o por lo menos de aspectos importantes de ella, es entonces inevitable.
Los ríos también quedan seriamente malheridos cuando se los contamina con el drenaje de las ciudades, con los desechos o los lixiviados de las industrias, con los escurrimientos de la agricultura industrial y de la ganadería. Al enrarecerse el agua se hace difícil la vida para las criaturas que los habitan, se rompe el equilibrio que los mantiene sanos —proliferan ciertas especies sobre otras, o simplemente no puede crecer nada en ellos—, dejan de ser una fuente de agua potable y de alimento y frescura para personas y animales que vivimos alrededor de ellos.
El gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum ha prometido que durante el sexenio se restaurarán al menos tres de los ríos más contaminados, el Lerma-Santiago, el Tula y el Atoyac. Eso es una estupenda noticia y supondrá políticas muy rigurosas de regulación e inspección, justo como las que necesitamos para todo el país. En el CEMDA confiamos en que el trabajo de restauración que se realizará en torno a esos afluentes será la punta de lanza para una nueva época en la procuración de justicia y en la construcción y aplicación del derecho.