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El cambio climático nos deja sin comida y sin placeres

 

El calentamiento global está haciendo del planeta un lugar cada vez más inhóspito para la vida. El 2024 ya se rebasó la barrera de los 1.5 grados centígrados, después de un lustro en que se conjugaron las inundaciones con las sequías, las más duras heladas con un alza de las temperaturas como se había visto. Esto está llevando no solamente a desastres naturales muy visibles por ser repentinos y drásticos, sino también a la erosión de la producción alimentaria y, en particular, de los cultivos que más disfrutamos, los que consumimos no sólo por necesidad, sino también por el puro placer.

El chocolate, por ejemplo, es uno de los productos más amenazados. Un informe del Centro Internacional para la Agricultura Tropical (CIAT) explica que los árboles de cacao en dos de los principales productores del mundo no pueden sobrevivir a un alza de dos grados centígrados. Otros reportes explican cómo el aumento de las temperaturas hace más fácil que las matas enfermen —una epidemia de moniliasis ya echó una vez por tierra la producción mexicana— y reduce el área en el que se puede cultivar esta planta, dejándonos sin chocolates.

Otros trabajos han mostrado también que para 2050 la disminución de las lluvias y el aumento de las temperaturas reducirá el cultivo de uvas para el vino a apenas una cuarta parte de lo que tenemos hoy, al menos en las principales regiones productoras a nivel mundial, como Sudáfrica, Chile, Australia, Nueva Zelanda, California y los países de la cuenca mediterránea como España o Italia. Con lluvias que llegan a destiempo y sequías que se prolongan sin que se sepa ni cuándo ni cuánto, brindar se hará cada vez más difícil.

También nos quedaremos sin pan, al paso que vamos, y sin cerveza. Según un estudio aparecido en Nature la producción de cebada podría reducirse en un 17 por ciento a nivel mundial y hasta en un 40 por ciento en los tres países con mayor tradición cervecera, Alemania, Bélgica y República Checa en los momentos de mayores sequías, y el desfase entre las aguas y el ciclo del trigo hará, así mismo, que sea cada vez más difícil encontrar pan blanco.

La acción climática es por todo esto cuestión de vida, sobre todo de buena vida.