En nuestros hogares y en nuestras ciudades se conjugan todos los derechos, y por eso este Día Mundial del Hábitat —que en 2024 tiene su sede en Querétaro— cobra tanta importancia. Sin ver cumplido el derecho a un medio ambiente sano no se puede cumplir a cabalidad el derecho a la vivienda, y ninguno de los dos se puede cumplir sin respeto por los derechos humanos y las garantías individuales.
Este Día Mundial del Hábitat, además, está centrado en el derecho de las juventudes a acceder a un hogar y a vivir en entornos urbanos a la altura de lo que necesitan. Esto supone un llamado precisamente a tener en cuenta no solamente el bienestar de quienes hoy toman decisiones, sino también de las generaciones futuras.
Se trata de dos factores que suelen olvidarse al gestionar las ciudades y construir la regulación que las rige. Se suele pensar en las casas como si no estuvieran frente a las calles, en las calles como si no fueran parte de una red compleja y diversa que conforma una ciudad, y en las ciudades como si no estuvieran inmersas, incrustadas en un entorno natural del que depende su propia supervivencia.
Nuestras ciudades —el 80 por ciento de la población mexicana vive en localidades de más de 2 500 habitantes— deben empezar a gestionarse de forma que cambien su relación con el entorno y faciliten los encuentros significativos entre sus habitantes. La legislación —toda la legislación— debe ir encaminada en ese sentido, desde la de Aguas Nacionales que tanto urge, hasta las normas locales sobre uso del suelo.
Habitar debe ser también regenerar y recuperar. Ocupar un hábitat deberá ser vivirlo juntos, respetando a las otras criaturas con las que compartimos el planeta.