Hoy el mundo celebra el Día mundial de los animales, y con él enfrenta un llamado a reconstruir nuestra relación con las otras criaturas con las que compartimos el planeta. Es una oportunidad para ver con otros ojos a los otros seres que nos acompañan en lo doméstico lo mismo que a quienes viven en mares, bosques y desiertos, a quienes nadan en los cuerpos de agua dulce o vuelan sobre nosotros.
Solemos olvidar que en la naturaleza todos importan —todos importamos, de hecho—. A lo largo de millones de años de evolución se ha tejido una red de relaciones, interacciones, colaboración, encuentros y competencia en la que cada pieza es fundamental. Importan lo mismo los mosquitos que alimentan a las ranas que las serpientes que se comen a esos anfibios, y las monumentales ballenas que surcan los mares que los erizos que parecen siempre a la defensiva.
Recordar todo esto es clave para poder mantener la buena salud del medio ambiente. También lo es entender que el trato que prodigamos a los animales es reflejo de lo que nos hacemos a nosotros mismos. El maltrato a los animales en la pareja es considerado en muchos países como violencia vicaria y muchas veces es la antesala del maltrato directo a la otra persona humana. Mantener animales destinados a consumo humano en malas condiciones es indicador del desdén que tenemos no por esas vidas, sino por todas.
Pensar en los animales es pensar en el mundo, y pensar en el mundo es pensar en nosotros mismos y en cómo vivir mejor.